Sexteto Tabalá/ Con un Solo Pie


Sexteto Tabalá
Con un solo pie
Palenque Records/Om Producciones/Millenium
2010


Son palenquero para todos


Hace cuatro años, en estas mismas páginas, Juan Carlos Garay pronosticaba con cierta resignación pesimista que el son palenquero de sexteto tenía como único destino la extinción. En su reseña sobre el tremendo documento “Sextetos Afrocolombianos” (La Iguana Ciega, 2006), Garay apuntaba, citando el epílogo del mencionado libro, que “…dada la penetración del picó, el vallenato y la champeta, es probable que los soneros del sexteto afrocolombiano desaparezcan a corto plazo”. Por fortuna, los presagios de Garay no se cumplieron y hoy podemos respirar tranquilos al saber que el Sexteto Tabalá, uno de los monumentos vivos más importantes de la tradición musical palenquera, se mantiene incólume y renovado gracias a la reciente edición del disco Con un solo pie.

De África a los Montes de María
De alguna manera Palenque de San Basilio ganó visibilidad en los medios por allá en 1972 cuando Antonio Cervantes “Kid Pambelé” derrotó al panameño Alfonso “Peppermint” Frazer. En boca de todo el mundo se encontraba el pueblo natal del “Pambe” pero poco o nada se sabía de una historia enrevesada que se remonta a 1713 cuando Benkos Bioho, un esclavo procedente de Guinea, se levantó ante el poder colonial español y se proclamó rey de San Basilio, primer pueblo de negros libres de América Latina.
A medio camino entre la realidad y la fantasía, Bioho se convirtió en un símbolo de la gesta libertaria cimarrona y su historia aún hoy sigue siendo revisada no solo en las letras de grupos como el Sexteto Tabalá sino en libros como La Ceiba de la memoria donde Roberto Burgos Cantor crea una metáfora monumental de Benkos, imagen nítida del esclavo silenciado.
No obstante en 2005 la Unesco proclamó a Palenque de San Basilio como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, aún somos muchos los que desconocemos que allí perviven complejos rituales fúnebres como el lumbalú, prácticas médicas centenarias y se habla el palenquero, una lengua criolla de origen bantú distinta al español, que tiene una estructura fonológica, morfológica y sintáctica con códigos específicos que la hacen única en el planeta.
A pesar del olvido y el aislamiento social, San Basilio sigue allí, dibujado en uno de los valles de los Montes de María, y a tan solo 70 kilómetros de Cartagena. Agrupados en 435 familias, sus 3500 habitantes parecen vivir en una república independiente que, insurrecta, sigue cantando y bailando a ritmo de bullerengues sentados, chalupas, son de negros, chalusonga y son palenquero, entre otros géneros que conforman el complejo musical de la región.

De Cuba a San Basilio
Así como la mayoría de las músicas colombianas de la Costa Caribe y el Pacífico, el son palenquero de sexteto es un híbrido donde confluyen tradiciones africanas, europeas e indígenas. Esto quiere decir que no es un género puro, no nació de la nada.
A principios del siglo XX, inversionistas norteamericanos lograron la concesión para explotar la caña de azúcar en Sincerín, región cercana a San Basilio. “Central Colombia”, como se le llamó al ingenio azucarero, fue controlado por cubanos que se trajeron el son montuno, tan de moda por esos días con legendarios grupos como el Sexteto Habanero y el Sexteto de Oriente.
Muy pronto los empleados cimarrones se apropiaron del son bajo formas muy específicas como el bullerengue, la chalupa y la cumbia. Allí nació otro son, distinto al cubano no solo por la clave sino por la inclusión de la marímbula, ese contrabajo metálico de origen africano que en algún momento de la historia se quedó viviendo en Colombia. Entre 1920 y finales de los años cincuenta (cuando “Central Colombia” cerró la refinería) existieron dos sextetos genuinamente colombianos como el Habanero (llamado así en honor al cubano) y el Matentera. De ellos no quedó ningún vestigio fonográfico pero si una semilla que desde 1945, como recios agricultores que son, Rafael Cassiani Cassiani, José Valdés Teherán y Miguel Valdés Cañate, miembros originales de Tabalá, han seguido cultivando a pesar de sequías e inundaciones.

Con un solo pie
Fundado por José Valdés Simancas, el indiscutible “rey de la marímbula”, el Sexteto Tabalá hace honor a su nombre tomado de una expresión criolla palenquera que significa “tambor de guerra”. En el más completo anonimato le han ganado la batalla al abandono y silenciosamente han persistido en el tiempo gracias, también, a que a finales de los noventa el productor bogotano Lucas Silva tomó el riesgo de editar un disco enteramente dedicado a su música.
Prensado en Francia por Ocora, ese primer registro de Tabalá correría la misma suerte que “Reyes del Son Afro-Colombiano”, segunda producción de la agrupación -editada también en Francia por Buda Musique-: quedó en las estanterías europeas como material de consulta para antropólogos.
Teniendo en cuenta esta problemática donde la música del Sexteto era un objeto de museo, Silva decidió hace un par de años darle otro curso al asunto.
Sin traicionar el sonido natural y demostrando que el son palenquero puede llegar a ser de consumo masivo, se trajo al Sexteto Tabalá a Bogotá y lo metió en un estudio de grabación profesional.
Y no se equivocó en el intento. Las trece canciones del disco conservan esas historias de amores místicos, borracheras descomunales, sexualidad desenfrenada y la vida del campo en San Basilio. A su vez, fuera del entorno natural, se muestran renovadas sin que esto les haya significado afectar la crudeza desasosegada de los golpes y las voces legendarias.
“Con un solo pie” recoge una tradición genuinamente afro-colombiana y la pone al alcance del público sin amaneramientos ni estrategias mentirosas de producción.
Allí están, solo escúchelos, quizás usted quede como un trompo, girando en un solo pie.

Publicado originalmente en Arcadia #55, Abril de 2010

Sierra Leona´s Refugee all Stars/ Rise & Shine


Sierra Leone´s Refugee All Stars
Rise & Shine

Cumbancha
2010


El reciente conflicto bélico de Sierra Leona no difiere mucho del colombiano. Durante algo más de una década (1991- 2002), el país fue azotado por una guerra civil producto del enfrentamiento radical entre las fuerzas del gobierno y el Frente Unido Revolucionario (FUR), guerrilla sanguinaria comandada por Foday Sankoh, directo responsable de una vergonzosa carnicería que dejó como saldo aproximado 50.000 muertes, 100.000 mutilaciones, incontables violaciones, miles de niños reclutados por los bandos en contienda y un tercio de la población desplazada.
En el medio, siempre en el medio y envilecidos por la estupidez humana, más de dos millones de habitantes sierraleoneses fueron obligados a dejar sus tierras y refugiarse, la mayoría, en Guinea.
Dentro de los exiliados estaban Reuben Koroma y su esposa Efuah Grace Ampomah quienes lograron escapar de la barbarie a finales de los noventa. Se asentaron en el campo para refugiados de Kalia, en Guinea, donde se toparon al cantante Francis John Langba (Franco), viejo amigo de andanzas musicales que estaba allí, separado de su esposa y sus hijos. Al poco tiempo, los tres fueron reubicados en el centro Senbakouya y, lo que había sido una intuición, tomó cuerpo al conocer a Abdul Rahim Kamara, Mohammed Bangura y al joven rapero Alhadji Jeffrey Camara (Black Nature). Juntos armaron la banda con el único propósito de hacer música para recordar de dónde venían, conjurar su destino, llorar a los muertos y curar, con obstinada alegría, esa amarga tristeza que inevitablemente se respiraba en Sembakounya.
En el verano de 2002 Zach Niles y Banker White, dos emergentes cineastas norteamericanos, decidieron grabar el documental Sierra Leone´s Refugee All Stars que, tres años más tarde, se convertiría en Living Like A Refugee, primer álbum del combo editado por ANTI, un pequeño sello independiente que los acogió, sin filantropismos enfundados, dentro de un depurado catálogo que ha incluido a Mose Allison, Solomon Burke, Tom Waits, Antibalas, Buju Banton y Nick Cave, entre otros.
Cuatro años después, Cumbancha (la filial alternativa de Putumayo) lanza Rise & Shine, un disco que confirma un par de cosas acerca de la Sierra Leone´s Refugee All Stars. Por un lado, no se trata de un programa post-guerra para la reparación de víctimas –algo tan bello no habría podido nacer de un gobierno ineficaz y corrupto que durante décadas ha sumido a Sierra Leona en la más rotunda de las miserias-. Por otro, tampoco es una de esas campañas patrioteras (tan comunes en nuestra geografía) que inflan los corazones desarraigados con sospechosos discursos que, soportados en las músicas populares, borran de tajo una historia maldita.
Por fortuna, deja ver a unos artistas cuyo compromiso no es salvar al mundo. Más allá de la compasión que puedan despertar en el siempre deslumbrado público occidental, la Sierra Leone´s Refugee All Stars es un homenaje a la esperanza y a la idea de que la música, sin ser un paliativo, logra mitigar el dolor.
Los trece cortes de este registro grabado entre Sierra Leona y Nueva Orleans no esconden nada, hablan de muerte y decepción, de noches horrorosas atravesadas por ráfagas inmisericordes y filos de machete cayendo sobre los cuerpos inocentes de hermanos, padres e hijos.
Se percibe el desencanto de aquel que ya no confía en la raza humana, es cierto, pero también hay alegría; ellos, con el fardo de la infamia a cuestas, perdonan y celebran la vida.

Publicado originalmente en Arcadia # 56, Mayo de 2010

Jorge Drexler/ Amar la trama


Jorge Drexler
Amar la trama

Warner

2010


Un poco tarde para editarlo en acetato y muy temprano para sacarlo en disco compacto, en 1992 el cantante uruguayo Jorge Drexler presentaría su primera grabación en casete de la que se vendieron 33 copias en la primera edición. Ese mismo año no solo iniciaría su carrera musical sino que recibiría su cartón como médico otorrinolaringólogo, oficio que creyó abandonar. Ya han pasado 18 años después de La luz que sabe robar y Drexler no ha parado de cantar, así como tampoco ha dejado de ser un médico, con todo lo que esto pueda significar.
Podrá sonar a lugar común, pero el señor Drexler cura; pero no el dolor de los pecados, ni el alma impura, ni hace caminar inválidos. No, el tipo no es ningún hippie aspirante a chamán, ni pastor evangélico, ni mucho menos una estrella mediática obsesionada con causas sociales. Solo canta, y en ese trance alivia los oídos cansados de tantas voces prefabricadas.
Aunque vive en España desde 1995, Jorge Drexler sigue siendo un uruguayo común y corriente que además de reivindicar el degradado papel del cantautor, decididamente ha abandonado el estereotipo del latino seductor. Y eso se le agradece infinitamente si tenemos en cuenta que al otro lado del mar, muy despistados, siguen pensando que somos una exótica mezcla entre la poesía de sábana de Ricardo Arjona y la estética mafiosa de Daddy Yankee.
En Amar la trama, su décimo registro como solista, Drexler renuncia de nuevo al estudio (recordemos que Cara B, su disco anterior, fue grabado en concierto bajo métodos poco ortodoxos de producción) y se aventura en una sesión en directo con nueve músicos y un pequeño público acompañante. El resultado es un cumplido a la espontaneidad. Acá no hay trucos, ni libretos, tampoco cronómetros. Si, al contrario, demasiada risa y complicidad; hay mucha trama y pocas son las ganas de saber dónde comienza y termina la reunión.
Es así como, sin muchas presunciones cosmopolitas, Amar la trama se expande de un lado a otro sin mostrar fisuras. Entre el golpe de chacarera aflamencada de “Las transeúntes” y la añoranza blusera de “La trama y el desenlace”, nos podemos topar con sombrías milongas como “Toque de queda” (a dúo con Leonor Watling, cantante de Marlango) y algo de jazz-soul en “I don´t worry about a thing”, versión del clásico de Mose Allison.
De esta forma, en los 45 minutos redondos que dura el disco, Drexler no tiene pena de mostrarnos de dónde viene: aparecen por allí zambas lacónicas (“Tres mil millones de latidos”), citas explícitas a Leonard Cohen (“La nieve en la bola de nieve”), un homenaje a Harrison (“Una canción me trajo hasta aquí) y el optimismo a la Lennon de “Noctiluca”, canción dedicada a Luca, su segundo hijo. Todo esto enmarcado dentro de una atmósfera cordial que nos sitúa en la sala de una casa o en el tablado de una taberna colmada de amigos.
Amigos a los que se les pueden contar historias de amor, nostalgia, sexo, inconformismo y viajes, de eso que hablan todas las canciones. Pasa que acá, como en todos sus discos, Drexler no se toma a la ligera las palabras. Las cincela con tanta gracia y filigrana que, más allá del retruécano metafísico, logra la anhelada conversación. Y eso, querido oyente, lo diferencia del cantante porno-lacrimoso y del médico autómata: con él podemos llorar, reír y sanarnos convencidos de que no nos están engañando.

Publicado originalmente en Arcadia # 55, Abril de 2010

The Tiptons Sax Quartet/ Laws in motion


The Tiptons Sax Quartet
Laws of Motion

Zipa! /Spoot Music

2008

Luego de que el mundo se enteró de la fascinante historia de Billy Tipton (un pianista célebre no solo por su música sino porque después de muerto se supo que era una mujer), en 1989 Amy Denio y Jessica Lurie quisieron homenajear al excéntrico(a) personaje y conformaron el Billy Tipton Memorial Quartet, grupo que sería el origen de The Tiptons, un ensamble de cuatro mujeres y un baterista hombre. Entre Seattle y Nueva York, estas cuatro mujeres nos venden un tiquete de vuelo que se remonta a los Balcanes, hace escala en Cuba y nos deja, finalmente, en Nueva Orleáns. Editado por una fusión de dos sellos creados entre Denio y Lurie, Laws of Motion es el tercer registro de TTSQ desde Tsunami (2004), álbum donde comenzaron a llamarse como hoy se les conoce en la escena. Acompañadas por Chris Stromquist en la batería, estas cuatro chicas tienen la energía de una fanfarria callejera y pueden enfrentarse fácilmente a un repertorio que va desde canciones tradicionales gitanas ("Yugo A Go Go"); bellos arreglos vocales del folclor taiwanés ("Mi Yo Mei") hasta descargas de alto contenido funkero como "Fallout" y chispazos bien rockeros como "Anthem" y la composición que le da nombre al disco. Afortunadamente las Tiptons no han tenido que vestirse de caballeros para encontrar su sonido: ni mucho menos para ser bien aceptadas: son chichas tocando, así de sencillo. Aquí no hay lugar para estúpidas sentencias machistas del tipo "toca tan bien como un hombre".

Publicado originalmente en Rolling Stone #54, Agosto de 2008

Varios Artistas/ Nigeria Rock Special: Psychodelic Afro-Rock & Fuzz Funk in 1970´s Nigeria


Varios Artistas
Nigeria Rock Special: Psychodelic Afro-Rock & Fuzz Funk in 1970´s

Soundway Records

2008


El cuartel general de este sello queda en Brighton, Inglaterra. Con más curiosidad que espíritu comercial, Soundway Records ha editado un catálogo de doce piezas de lujo que harían palidecer al más furibundo de los coleccionistas. Desde el sonido caribeño de Discos Fuentes, pasando por el funk panameño hasta llegar al misterioso Mulatu Astake, el sello ha ido lanzando también una serie de discos dedicados al sonido proveniente de Nigeria, tratando de obviar el lugar común, es decir, Fela Kuti. Y es que debajo de la figura del recordado creador del afrobeat se esconde una cantidad inimaginable de bandas que durante los setenta no fueron ajenas al rock y al funk. Aunque ya pequeños grupos se habían formado a principios de los sesenta no sería sino hasta que Ginger Baker (junto a Airforce) llegara a Lagos para que se consolidara un fuerte movimiento liderado por BLO, Mono Mono, Ofo The Black Company, The Funkes, The Wings, The Hygrades, The Action 13 y The Elcado. Todos ellos (más la inclusión de verdaderas rarezas como Tabukah “X”, Question Mark y Tunji Oyelana) se encuentran en este compilado que saca a la luz, luego de más de treinta años, un material absolutamente inédito para occidente. El sonido que acá nos topamos es oscuro, algunas veces muy rumbero y otras elevado; nunca antes la sicodelia se vio tan bien asimilada fuera de sus límites.
Además de la música, el libro contiene un librillo interior con información detallada de discos, historias y grupos de esa historia nebulosa que hasta estos días empieza a ser contada. Ideal para saber a qué sonó la sicodelia del Tercer Mundo.

Más información sobre Soundway:
www.soundwayrecords.com

Publicado originalmente en Rolling Stone #54, Agosto de 2008

América Contemporánea/ Um Outro Centro


América Contemporánea
Um Outro Centro

Núcleo Contemporáneo

2006


Si a la fecha algún desprevenido nos viene con el viejo cuento de la integración latinoamericana, de seguro intentaremos desviar nuestro camino pues bien puede tratarse de un nostálgico que se quedó viviendo en los sesenta o tal vez de un pseudo-caudillo con delirios integracionistas cercanos al chovinismo. Ahora bien, si es el brasileño Benjamín Taubkin el personaje que nos propone el diálogo, el asunto es a otro nivel, a uno más sensato donde la música está en la mitad diciéndonos que si es posible transgredir las fronteras sin necesidad de mostrarse los dientes ni mucho menos de amenazar con ejércitos ni cañones. Desde hace más de veinte años este pianista ha logrado consolidar una búsqueda estética donde Latinoamérica, más allá de ser un continente exótico, es un cúmulo de músicas que se cruzan entre si a través de finos vasos comunicantes que aún hoy, están por descubrirse. Con más de 150 producciones en su trayectoria (muchas de ellas editadas por Núcleo Contemporáneo, su sello), Taubkin cumple ahora un viejo sueño: integrar en un colectivo sonidos y músicos provenientes de diferentes latitudes latinoamericanas. Es así como en Um outro centro coinciden la cantante Lucía Pulido (Colombia), el saxofonista y flautista Álvaro Montenegro (Bolivia), el violinista Aquiles Báez (Venezuela), el percusionista Luis Solar Narciso (Perú), el contrabajista Christian Gálvez (Chile), el multiinstrumentista Carlos Aguirre (Argentina) y los brasileños Siba (rabeca), Ari Colares (percusión) y José Miguel Wisnik (piano). En un ejercicio donde el jazz es el pegamento estilístico ideal aquí se dan cita bullerengues, joropos, chacareras, cantos de vaquería, sayas, cirandas y landós. Cuando medio planeta todavía sigue pensando que el Nuevo Mundo se destapó musicalmente por culpa de Juanes y Shakira, aquí está un documento que, sin tanta algarabía mediática, nos deja ver en perspectiva un nuevo centro.

Publicado originalmente en Rolling Stone #51, Mayo de 2008

Sebastián Cruz and The Cheap Landscape Trio/ Sebastián Cruz and the Cheap Landscape Trio


Sebastián Cruz & the Cheap Landscape Trio

Sebastián Cruz & the Cheap Landscape Trio

Independiente

2008


En los recuerdos de algunos románticos bogotanos todavía están presentes El Zut y Los del Centro, dos agrupaciones capitalinas que en la primera mitad de los noventa lograron cierta resonancia pues, paralelo al trabajo de Bloque de Búsqueda, Distrito, La Provincia y Lucía Pulido, ellos también lograron amalgamar mucho rock ´n´ roll, funk, cumbias, currulaos y porros en un solo sonido que casi 15 años después ha tomado vuelo. Después de participar junto a El Zut y Los Del Centro en las tres primeras versiones de Rock al Parque, Sebastián Cruz, su guitarrista y cerebro creador viajó a Nueva York donde se quedó viviendo. Allí se acercó al sonido acústico del jazz y la música andina colombiana dando como resultado proyectos como Coba y colaboraciones al lado de Lucía Pulido, Tibaguí y Samurindó. Rememorando viejas épocas en las que el sonido sucio y esquizofrénico del rock se colaba por sus oídos, Cruz ha decidido dejar a un lado la calma para pronunciar su furia. Junto al trío Cheap Landscape (integrado por Rubén Samama en el bajo y Joe Taylor en la batería) el guitarrista ha editado una placa enérgica en la que se dejan ver influencias que llegan desde Bill Frisell, Peregoyo y Noel Petro "El Burro Mocho" hasta una increíble asimilación (desde las sonoridades colombianas, por supuesto) del particular sonido de Marc Ribot. En Sebastián Cruz & the Cheap Landscape Trio todo suena espontáneo tal vez porque la grabación se llevó a cabo en vivo en una sesión de cuatro horas donde se puede pasar del sosiego abrumador de "Preludio empañado" y "Cometa de plumas" hasta descargas incontenibles como "Caranga" y "Paradis quarter", corte inspirado en el extravagante sonido de Konono No 1. Aunque este disco destila venenoso rock ´n´roll, Cruz alcanza el equilibrio perfecto con "El birimbí", tema tradicional del Pacífico colombiano que en manos del guitarrista renueva ese sonido punzante de los setenta que Fruko logró con Afrosound.

Publicado originalmente en Rolling Stone #56, Octubre de 2008